Ivanni Herrera, una migrante venezolana embarazada de ocho meses, se vio obligada a abandonar un refugio para indigentes en Denver junto a su hijo de cuatro años en medio del frío de noviembre. Con apenas una tienda de campaña y donaciones, se estableció en una franja de césped en Aurora, un suburbio de Denver, donde las temperaturas alcanzaron los 0°C. Como ella, cientos de migrantes venezolanos han llegado a Estados Unidos en busca del "sueño americano", pero se encuentran enfrentando la indigencia y la incertidumbre.
En los últimos dos años, un número récord de migrantes venezolanos ha cruzado la frontera en busca de mejores oportunidades. Sin embargo, las dificultades para acceder a empleo legal, sumadas a la falta de apoyo en muchas comunidades, han llevado a que algunos terminen viviendo en las calles, incluso mujeres embarazadas.
Aurora, una ciudad con una gran población inmigrante, ha rechazado peticiones de apoyo para estos migrantes, argumentando falta de recursos. Mientras tanto, la ciudad de Denver, que ha asistido a más de 42,000 migrantes, también ha reducido su capacidad de ofrecer refugio prolongado debido a limitaciones presupuestarias.
Ivanni y su esposo continúan luchando por conseguir estabilidad, pero, como muchas otras familias migrantes, la realidad ha sido más dura de lo que esperaban. Sin posibilidades de regresar a su país y con deudas acumuladas, siguen persiguiendo la promesa de un futuro mejor para sus hijos.
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