El fenómeno migratorio que cruza la frontera sur de México ha tomado nuevas dimensiones, afectando no solo a personas de América Latina, sino también a migrantes provenientes de lugares tan lejanos como Pakistán, Egipto, Nepal e India. La reciente muerte de seis migrantes en Chiapas, en un enfrentamiento con militares, ha puesto de relieve los enormes peligros que enfrentan estas personas en su travesía hacia los Estados Unidos.
La ruta migratoria suele comenzar en Europa, donde muchos migrantes entran a Sudamérica como turistas, solo para encontrarse atrapados en redes de tráfico humano. A través de redes sociales, se ofrecen peligrosas rutas hacia Estados Unidos, con precios que varían entre 10,000 y 30,000 dólares, dependiendo de la nacionalidad.
Uno de los tramos más complicados es la selva del Darién, una peligrosa zona entre Colombia y Panamá. Roberto Muñoz, migrante venezolano, relata su experiencia cruzando la selva, donde se encontró con personas de diferentes partes del mundo, enfrentando barreras lingüísticas y culturales.
Tras llegar a Panamá, los migrantes con menos recursos optan por viajar por carretera a través de Centroamérica, un trayecto lleno de riesgos que puede costar hasta 10,000 pesos mexicanos para avanzar de una localidad a otra. Los que pueden pagar más, provenientes de continentes más lejanos, son transportados por rutas alternativas, a menudo más caras y peligrosas, incluyendo camiones y lanchas. Activistas locales, como Daniel, advierten sobre los peligros de ciertas rutas controladas por el narcotráfico, aumentando los riesgos para los migrantes.
Este éxodo globalizado resalta la desesperación de millones de personas que, huyendo de la pobreza y la violencia, buscan mejores oportunidades, enfrentándose a los peligros de las rutas migratorias y las redes criminales que lucran con sus vidas.
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