La bruma espesa cubría Ciudad Valles mientras nos adentrábamos en la carretera a Chantol, dirigiéndonos hacia el relleno sanitario de Ciudad Valles. A menos de cinco kilómetros del lugar, la nube de humo se volvía más densa, ocultando lo que se convertiría en un preocupante escenario.
A primera vista, parecía que el relleno sanitario había resuelto el problema que alguna vez fue el tiradero a cielo abierto, un símbolo de la contaminación que marcó la región. Sin embargo, esta impresión desapareció rápidamente.
Tras esa barrera de tierra, la basura seguía siendo un problema latente. A medida que avanzábamos por el terreno, era evidente que el relleno sanitario estaba lejos de cumplir con las medidas de seguridad y control necesarias para su correcta operación.
La cantidad de basura acumulada tanto dentro como fuera del confinamiento era alarmante, y los zopilotes que sobrevolaban el área solo acentuaban la imagen de precariedad. El incendio que se avistaba a lo lejos no solo era un evento aislado, sino un indicio de una operación deficiente, con bomberos y personal de Servicios Municipales luchando por controlar las llamas. A medida que el fuego ardía, quedaba en evidencia la falta de supervisión constante, compactación adecuada de las celdas y las normativas mínimas de operación.
El fuego en el relleno sanitario no solo es un evento aislado sino un reflejo de la desidia en su manejo, acelerando problemas ambientales como el calentamiento global. Este sitio, que debería ser un punto controlado para la disposición de residuos, se ha convertido en una amenaza constante. La verdadera tragedia radica en la falta de vigilancia y regulación por parte de las autoridades responsables de mantener estos lugares.
El problema no es el incendio en sí, sino el sistema defectuoso que lo alimenta.
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